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martes, 18 de agosto de 2015

El proceso mas fascinante de la historia universal

Pese a quien pese, la Reconquista fue el proceso más fascinante de la historia. Ningún territorio ocupado por el Islam en los siglos VII y VIII fue capaz de expulsar a los invasores, ninguno salvo la Península Ibérica.

La Reconquista en etapas

Puede discutirse la cualidad de esa Reconquista incluso la propiedad del término, pero el proceso histórico fue el que fue: a partir de 711 y como consecuencia de un invasión extranjera, España se islamizó; después de varios siglos de avance cristiano, en un clima general de guerra y con pocos lapsos de paz, el islam terminaría expulsado en 1492. Eso fue la Reconquista.

¿Cómo comenzó todo? ¿Dónde? ¿Por qué? Bien, todo empezó en un pequeño rincón del norte de España, en torno a Cangas de Onís, en Asturias. Un minúsculo núcleo de resistencia rural, limitada a unos pocos clanes de campesinos y guerreros ASNOS SALVAJES como les llamaban despectivamente los musulmanes, constituyo un espacio político precario, pero decidido a sobrevivir. Así nació el Reino de Asturias, sin otra fuerza que la voluntad de no doblegarse ante el poder musulmán y sin más elemento de cohesión que la Cruz.

Es una historia que se ha contado miles de veces y que ha ocupado algunas de las cabezas de los mejores historiadores de España. Desde Claudio Sánchez Albornoz, pasando por Luis Suarez, Menéndez Pidal, Julio Valdeón, solo por reducir a 4 nombres aunque la nómina que, en justicia es más larga, así como divulgadores de la historia que sin los historiadores no podrían contar la historia.

Parece que hoy se ha olvidado, particularmente por las generaciones más jóvenes, por eso es necesario volver a contarla otra vez. ¿Qué contar? Lo más posible. La peripecia del Reino de Asturias es una hazaña asombrosa. Aquella gente encerrada en un pequeño enclave de poder militar escaso y economía rudimentaria,  hizo frente a un enemigo poderoso, cuya voluntad de dominación era una determinación religiosa inapelable. A los rebeldes del norte, les esperaban tiempos trágicos, durísimos, sometidos una otra vez a las campañas y saqueos musulmanes que asolaban los campos, sembraban la esclavitud y la muerte, y todo eso año tras año, sin apenas tregua. Es inconcebible que pese a su inferiorida, el reino de Asturias lograra sobrevivir, pero lo hizo.
Y no solo logro sobrevivir, sino que poco a poco fue incorporando a los demás pueblos cristianos de la cornisa cantábrica. Y no solo eso, sino que más tarde, consiguió mantener a raya al enemigo musulmán infligirle perdidas seria, y no solo eso, sino que empezó aventurarse al sur de la cordillera para repoblar las tierras llanas. ¿Cómo fue posible semejante prodigio?

Es muy interesante meterse en las mentes de aquellas gentes, de reyes condes obispos que iban dejando su nombre en los amaneceres de la Reconquista. La historia tradicional a puesto a cada uno en su sitio y nos brinda el fresco especialmente vivo de aquellos siglos de aventura y tragedia.

Pero en aquel tiempo, no había solo reyes y condes, sino que también había un pueblo que escribía la historia con el surco profundo de sus arados. La vida de ese pueblo nos resulta oscura, porque las fuentes históricas se fijan más en los grandes nombres que en los pequeños. Pero hay indicios suficientes para reconstruir su peripecia en aquellos siglos del origen, y lo que se puede adivinar es estremecedor.
Los indicios son: diplomas de remotas fundaciones monacales que hablan de los pioneros en valles expuestos al peligro moro, testimonios del favor regio para premiar el heroísmo de tal o cual colono, fueros que organizaron por primera vez en la vida de los repobladores como hombres libres en un espacio nuevo, rusticas iglesias que oscuros clérigos contribuyeron con sus propias manos, decenas de cadáveres emparedados en una cueva del Pirineo, documentos que nos hablan de litigios y pleitos por tierras y montes. Además lo que cuentan las crónicas, tanto cristianas como moras.

Hay muchas formas posibles de contar la vida del reino de Asturias, el principio de la Reconquista, pero, de todas quizá la más sugestiva es la vida de aquellos colonos, de aquellos pequeños nombres. ¿Quién sería Cristuévalo, el de Brasoñera? ¿Cómo murieron los desdichados cuyos cuerpos se hallaron en la Cueva de la Foradada?  Los nombres de esas personas han sobrevivido a la escasez de fuentes directas y por eso tienen valor. A partir de una huella en la historia se puede reconstruir un esquema general, del mismo modo que unos pocos fósiles permiten recomponer la anatomía de un sauro. Y una vez reconstruido el objeto, descubrimos que es fascinante.

Resumámoslo así: por encima y por debajo de Reyes y batallas, en realidad la Reconquista fue una gigantesca aventura popular, un enorme movimiento de gentes de a pie que buscaron en las tierras nuevas del sur una vida más libre, y que desafiaron todos los peligros para conquistarla. Después, solo después los reyes y los condes sancionarían aquella expansión hacia el sur, incorporando las nuevas tierras al espacio político de la corona. Pero el impulso inicial fue, siempre, obra de personas singulares.
Esas personas son las verdaderas protagonistas de ese proceso asombroso que se llama Reconquista. Y en ellas hay que pensar cuando se escribe la crónica de dos siglos de supervivencia, de resistencia y, al final, de victoria y libertad. Sus sacrificios, su sudor y su sangre permitieron construir una comunidad política.

Honrarás a tu padre y a tu madre. Al fin y al cabo, de no ser por aquella gente, aquellos ASNOS SALVAJES, nosotros no existiríamos hoy

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