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jueves, 8 de septiembre de 2016

La Reconquista. D. Pelayo (III): La encainada



Aclaremos una cosa: es absurdo pretender que los astures se hubieran mantenido al margen de los movimientos que vivió Hispania desde la época romana. 
Los astures como los cántabros eran un pueblo de origen céltico, indoeuropeo, en todo caso mezclado con los autóctonos, cuya identidad no conocemos bien.


Sabemos que los astures como los cántabros y vascones no fueron particularmente proclives a dejar su independencia ni libertad, pero sabemos también que conocieron cierto nivel de romanización, primario desde luego, porque el territorio era más áspero, pero romanización al fin y al cabo. Del mismo modo, sabemos (porque hay vestigios arqueológicos suficientes) que no dejo de haber movimientos de población desde el norte de la Cordillera Cantábrica hacia el sur, desde fecha muy antigua.

Cuando el caos se adueña de Roma, vuelven afianzarse entre los astures y cántabros una organización Tipo Tribal ya que nunca había llegado a desaparecer. En Asturias por lo que sabemos, habrá áreas controladas por la aristocracia hispanogoda, sobre todo en las llanuras, al lado de extensas zonas donde el dominio corresponde a los clanes tribales de las montañas.

¿Porque se levantaron aquellos astures, junto a Pelayo, contra el poder moro? Todo apunta a que la causa de la sublevación fue la exigencia mora de que los asturianos tributaran con impuestos y rehenes. Si además el recaudador era visiblemente extranjero, las razones de rebeldía aumentaba.

Apunte orográfico

Naranjo de Bulnes (Picu Urriellu)

La historia de D. Pelayo y la monarquía por el fundada, sería difícil de comprender, si no esta precedida de la descripción detallada del territorio sobre el que se asentó el solar del reino.

Este territorio es una fortaleza natural, pero vamos a permitir que sea el escritor montañés  Amós de Escalante, quien nos haga una visión panorámica de los Picos de Europa.

“Desde los mas lejanos valles, se descubre el coloso, magnifico como siempre, ya fulgurando a mediodía con el vivo centelleo de sus nieves eternas, ya recortando sobre rojos celajes del ocaso, el contorno fantástico de sus excelsas cumbres, visión augusta que se deja admirar, pero no se deja definir” Amós Escalante dice algo para comprender la gran importancia de estas singulares montañas. Asturianos y montañeses, habitantes de los valles tendidos en torno del impenetrable gigante. Aquellas montañas se encontraban habitadas desde antiguo y sin embargo “inexplorados estaban los torcidos desfiladeros y levantados los picos, desmesuradas labores de aquella gigantesca corona sobre el cual el cielo deja caer un velo de nubes que la rebozan y esconden, celoso de conservar su augusto prestigio al Titan que la ciñe”.

La encainada

Amós Escalante nos acaba de describir “La encainada” la niebla de los Picos de Europa, que se abalanza sobre las montañas y las hace desaparecer de la vista humana como si jamás hubiera existido. “La encainada” es tal vez el peligro mas serio que acecha en los Picos, y como muchas veces baja de repente, ni los mas expertos ni conocedores del terreno se atreven a continuar si los ha cogido por el camino, la única solución es esperar a que levante.

Los fenómenos atmosféricos son fundamentales en los Picos de Europa y quienes no lo tengan en cuenta o los ignoren, corren el peligro de padecer una catástrofe, como la que diezmó a los moros que atacaron las huestes de D. Pelayo.


Los habitantes de aquella época eran hombres duros y aguerridos, Alejandro Pidal llamaba a los habitantes de Caín, la aldea mas metida hacia el corazón de los Picos, los “hombres-gamuza” hombres que se enfrentan a la muerte con estoicismo.

Este es el mismo paisaje que vio D. Pelayo cuando se adentro por primera vez en los Picos de Europa. Los habitantes escucharon a D. Pelayo, ya que les ponía en guardia de un ejercito de gente extranjera.

No solo los astures reaccionaron así: en Cantabria, el Duque Pedro, un noble hispanogodo, apoya a D. Pelayo y secunda la sublevación. Por eso D. Pelayo se hizo fuerte en Covadonga, en el área oriental de los Picos de Europa, junto a las montañas cántabras, y no en otra zona de la cordillera.


Asturias, 722 A.D. Un puñado de nuestros antepasados se encuentra dueño de un territorio al que dar forma. Unos son terratenientes de origen godo, otros son montañeses que comparecen con sus clanes y sus familias. Desde el principio, o quizás con el tiempo, todos se reconocieron en la Cruz y en la oposición al poder islámico. Todos se unieron para luchar por su libertad y recuperar la España robada por el Islam. Así empezó la mas portentosa aventura de la Reconquista.



Para saber mas:

- Costas y montañas. Amós Escalante y Prieto. Publicado en 1871. Editorial Madrid: Tello
Origenes de la Nación Española. El Reino Astur. Claudio Sánchez Albornoz. Editorial: Sarpe. Madrid, (1985)
- D. Pelayo. El Rey de las montañas. José Ignacio Gracia Noriega. Editorial: la esfera de los libros. 2007.
-La Leyenda de D. Pelayo. Carlos Villanueva Polo. De la edición: El autor. 2015.
-Los astures y Roma. José María Blázquez. Real Academia de la Historia. Biblioteca Miguel de Cervantes, 2005