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lunes, 5 de abril de 2021

Alfonso II el Casto. Rey de Asturias 3ª parte. Un rey constructor

 



Alfonso ordena la construcción de un conjunto arquitectónico cuyo eje central es la catedral del Salvador, de la que la Crónica Silense nos dice que fue encargada al arquitecto Tioda. Unida a ella por el norte estaba la iglesia de Santa María, a cuyos pies disponía de una tribuna y una cámara destinada a panteón real, por lo que se deduce que su función era la de capilla para celebrar las honras fúnebres de los monarcas. Además, el conjunto catedralicio se completaba con la iglesia de San Tirso, cuyo testero de la capilla central ha llegado hasta nuestros días, una zona cementerial y toda una serie de residencias para el alto clero.

El núcleo central de Oviedo se completaba con el palacio regio y una serie de dependencias destinadas a sede del gobierno del Reino. De este conjunto palaciego, sólo se ha conservado la capilla palatina, hoy llamada Cámara Santa. Esta capilla fue mandada construir por orden expresa de Alfonso II para albergar las reliquias que habían llegado a Asturias procedentes de Toledo a raíz de la conquista musulmana, de las que la Crónica Silense asegura que procedían de la misma Jerusalén. La idea de fortalecer el trono con el poder santificante de unas reliquias se debe a la influencia carolingia (Aquisgrán e Ingelheim). Bajo la capilla existía una cripta, dedicada a Santa Leocadia y San Eulogio, mártires cordobeses.



A estos tesoros arquitectónicos, habría que unir la llamada Cruz de los Ángeles. Una magnífica pieza de orfebrería en la que figura el lema del monarca "Hoc signo tuetur pius, hoc signo vincitur inimicus" («Con este signo es protegido el piadoso, con este signo es vencido el enemigo»). La adoración de la cruz y la consagración de la catedral al Cristo Salvador, constituyen toda una declaración de intenciones del monarca ante la polémica religiosa que le tocó vivir.





Política territorial de Alfonso II

Tras una rebelión desencadenada en septiembre del año 801, que le costó su exilio en el monasterio de Ablaña, Alfonso II vuelve a la actividad regia gracias a la intervención de un grupo de fieles reales dirigido por Teuda, un noble visigodo. Estos acontecimientos pueden tener relación con la división de la sociedad astur, entre los partidarios de la ortodoxia goda y los heterodoxos próximos a Toledo.

Su política territorial se centró en la repoblación de los territorios que más adelante darían lugar al condado de Castilla. Repobló el valle de Mena y el valle de Valpuesta. Sin embargo, Alfonso tuvo que dedicarse a contener los ataques de Hicham , que en el año 795 volvió a ocupar la ciudad de Oviedo.

Los musulmanes se dedicaron a lanzar razzias periódicas sobre las tierras recién repobladas, especialmente en Álava, la futura Castilla y Galicia, para garantizar su sometimiento, pero afortunadamente para Alfonso, las revueltas internas que tuvieron lugar en Al-Andalus y la presión franca en los pirineos, que provocaron la pérdida de Gerona (785) y Barcelona (801), obligaron a los dirigentes musulmanes a distribuir sus esfuerzos. Esto permitió a Alfonso reorganizar sus dominios y presentar una resistencia formidable, que cristalizaría en victorias como la del río Lutos, cerca de Grado, en el año 794, lo que le otorgó una gran fama como caudillo militar.

Alfonso II puso a Oviedo en el mapa mundial; fue un magnífico alcalde, además de un gran rey.

Murió el 20 de marzo de 842. Después de 51 años de reinado.


Bibliografía.

Constantino Cabal, Eloy Benito Ruano, pr.:Alfonso II El Casto, fundador de Oviedo. Grupo Editorial Asturiano. 1991.

Félix de Aramburu y Zuloaga, José Posada Herrera, Ramón Menéndez Pidal:  Alfonso II, el Casto Ediciones Páramo, S.A. 1996

Códice testamento Alfonso II el Casto y estudio de la obra. Ediciones Madú

C. Sánchez Albornoz. Orígenes de la Nación Española. El reino de Asturias. 2 vols. Instituto de Estudios Asturianos. 1974. Oviedo

VV.AA. Estudios sobre la monarquía Asturiana. XI Centenario de Alfonso II. (1942). Instituto de Estudios Asturianos: 1974.

 

 


Alfonso II el Casto. Rey de Asturias. 2ª parte. Jaque al Rey.

 

El emir de Córdoba se sube, después de devastar nada menos que el sur de Francia carolingia, ha enviado su ejército a aplastar el diminuto reino de Asturias y se encontró, que fueron sus tropas las derrotadas. No puede soportar esa humillación, tiene que vengar la afrenta, y lo hará apuntando directamente a la cabeza: hay que atrapar al rey de Asturias.

 

Para dar jaque al rey, hay que acorralarte, cortarles las salidas y eso es lo que propuso Hisam: acorralar a Alfonso II.

  

Alfonso II el Casto. Rey de Asturias. 



Más de diez mil jinetes musulmanes se aprestaron a lanzarse contra Oviedo. Era septiembre del 795 y el cielo se oscurecía para los rebeldes asturianos, Alfonso se entero de la ofensiva mora, así que tuvo tiempo para llamar a sus gentes a las armas del reino y de engrosar sus fuerzas con guerreros de cántabros, gallegos y vascones (no olvidemos que Alfonso es hijo de una damas vascona y que había vivido largo tiempo entre ellos).

Tomo una decisión arriesgada, no va a esperar a los moros entre los valles y montañas de Asturias, sino salirles al encuentro, concretamente en las Babías. ¿Porqué? Quizás prefirió dar la batalla lejos del corazón del reino. O tal vez había aprendido en la campaña del 794 que las montañas ya no eran garantías de éxito. El hecho es que Alfonso se planto en una zona relativamente llana entre San Emiliano y Cabrillanes. Ordenó evacuar a los habitantes de las praderas hacía las montañas. Se aseguró vías de escape a sus espaldas –los puertos de la Mesa y la Ventana-. Espero al adversario, parecía todo calculado, pero fue un error.

El general Abdal-Karim, llegó a Astorga, con sus diez mil jinetes, el general moro planificó su estrategia, desde Astorga: primero lanzar un cuerpo de vanguardia para debilitar a los cristianos, después dar el golpe decisivo con otro cuerpo de más numeroso de refresco. Así partieron contra las filas de Alfonso, cuatro mil jinetes musulmanes al mando de Farach inb Kinina, jefe de la división militar de Sidonia. Fueron los primeros en entablar combate. Los cristianos aguantaron la embestida, pero entonces, en el momento crítico, apareció Abd al-Karim con sus refuerzos de seis mil jinetes más, que desequilibraron la balanza.

El 18 de Septiembre de 795, Alfonso sabía que iban a por él, por eso escogió una ruta de salida difícil, a través del puerto de la Ventana, su paisaje de revueltas y gargantas anulan la velocidad de los caballos. Y en efecto los moros iban por él. No tardaron los moros en pisar los talones del rey asturiano en fuga. El moro estaba deseoso de vengar la muerte de su hermano. Llego antes de que Alfonso pudiera reorganizar su fuerza, le dio alcance en el río Quiros. En ese momento jugó al ajedrez: viendo venir el jaque, decidió sacrificar la caballería y envió un grupo de jinetes a detener a los sarracenos. Eran tres mil jinetes cristianos al mando de Gadaxara. ¿Quién era Gadaxara? , no lo sabemos, pero según las crónicas, era un hombre valiente y fiel que formaba parte del círculo cercano al rey, cumpliendo fielmente la misión del rey. ¿ Y cuál era esa misión? Interponerse entre el jaque de Abd al-Karim y Alfonso.



El sacrificio del heroico Gadaxara y sus jinetes había permitido a Alfonso ganar una nueva defensa: El castillo, construido a orillas del Nalón para prevenir cualquier ataque a Oviedo. Seguimos con el ajedrez: Después del caballo, la torre. Ante la torre se repite la escena, los moros llegan al castillo, vencen la resistencia y penetran en él . Pero el rey ya no está, a salido antes que los musulmanes forzaran los muros, Alfonso a dejado atrás la torre y se ha marchado. A la mañana siguiente, miles de jinetes sarracenos cargan contra Oviedo: era el movimiento del último jaque. Los moros llegaron a Oviedo, penetraron en la ciudad, la saquearon a conciencia. Entraron en el palacio, robando los tesoros, sin embargo, no hallaron lo que iban buscando: el rey había vuelto a darles esquinazo. Tres jaques y ningún mate. Los peones, el caballo, la torre… pero el rey se escapaba otra vez. El general moro contrariado, renunció a su presa. 

El retorno del general a Córdoba tenía que haber triunfal, pero no lo fue. Primero, porque había fallado en su objetivo principal, atrapar a Alfonso. Pero además, hubo una circunstancia que hizo aún más pobre el balance. Recordemos que la ofensiva había  sido doble: mientras el general moro marchaba sobre Oviedo, otro grupo de musulmanes se volcaban en Galicia para dividir las tropas cristianas. Esta segunda expedición mora fue un desastre. El rey se había refugiado en las montañas, desde allí vio como los moros volvían a Córdoba. La integridad del reino se había salvado. Incluso había sido posible infligir al enemigo pérdidas cuantiosas y de cierta identidad.

El reino de Asturias, por sí sola no podría triunfar sobre la potencia militar como la del emirato. Alfonso decidió buscar alianzas con Carlomagno. Decidieron unir sus esfuerzos en el próximo ataque del sarraceno.

Hisam no renunció a perseguir a nuestro rey e intentar un nuevo jaque. Pero Hisam no llego a verlo: murió el 27 de abril del 796, con 39 años después de haber reinado seis años. Ante el reino de Asturias se abrían ahora perspectivas insospechadas.

 

Bibliografía:

L. Barrau-Dihigo. Historia de la política del reino asturiano (719 – 910). Biblioteca Histórica Asturiana: 1989. Oviedo.

V. Bermejo Palacios y J.A. Mases. Asturianos universales. Vol. VII: Alfonso II el Casto. Felix de Aramburu y Zuloaga.

C. Cabal. Alfonso II el casto. Grupo Editorial Asturiano: 1991. Oviedo

F.J. Fernández. “El libro de los Testamentos” de la Catedral de Oviedo. Iglesia Nacional Española: 1971. Roma.

C. Sánchez Albornoz. Orígenes de la Nación Española. El reino de Asturias. 2 vols. Instituto de Estudios Asturianos. 1974. Oviedo

VV.AA. Estudios sobre la monarquía Asturiana. XI Centenario de Alfonso II. (1942). Instituto de Estudios Asturianos: 1974.



Alfonso II el Casto. Rey de Asturias 1ª parte

 



Asturias es todo cenizas. La primera ofensiva del emir de Córdoba, Hisam, hijo de Abderraman I ha sembrado de sangre y dolor el reino de Asturias. El rey Bermudo a renunciado a la corona. Y así llega al trono Alfonso, de la estirpe de Pelayo, que reinara más de 50 años como Alfonso II el Casto. Alfonso II abrió sus ojos en una tierra verde, Asturias, en el año 760, hijo de Fruela I y de la dama vascona Dª Munia López de Ayala. Su padre murió asesinado siendo Alfonso un niño.

De su mano comenzó el periodo de 8 siglos de lucha que conocemos como Reconquista.

Reconquista no solo del territorio, sino también del derecho a formar parte de Europa. Si su bisabuelo D. Pelayo, se alzó por vía de las armas contra los musulmanes en Covadonga, su abuelo Alfonso I el Cántabro , convirtió en estéril el Valle del Duero, dificultando así el avance de los sarracenos. Mientras hubo reyes que se doblegaron a pactar tributos a cambio de paz, otros como Alfonso II, iniciaron un combate de 800 años.


El moro va por lana y sale trasquilado

Cuando Alfonso II sube al trono, la situación del reino de Asturias es gravísima. Sus ejércitos han quedado deshechos tras la derrota de Bermudo en Babía. Su economía seriamente tocada, por la devastación de los campos en esa misma campaña, su sociedad aterrorizada y con horizontes cerrados. Supongo que las esperanzas de los asturianos se elevaría ante la llegada del nuevo rey con las cualidades de Alfonso: Joven – poco menos de 30 años – piadoso y del linaje de Pelayo. Si nos metemos en la cabeza del propio Alfonso, las circunstancias distaban de ser halagüeñas. La única ventaja que podía tener Alfonso era esta. Tan seria había sido la derrota del año 791 que los moros no estarían inquietos. Al contrario se sentirían confiados en su superioridad militar y táctica.

Hisam se propone desencadenar una vez más contra el Reino de Asturias: si los francos no han podido pararles, menos aún podrían las débiles huestes de los rebeldes del norte. Abdal-Malik tiene la orden de Hisam, no solo invadir, derrotar y saquear, sino que, además debe llegar a la misma capital del reino, Oviedo y devastarla a conciencia. La expedición fue un paseo triunfal, los moros habían aprendido a evitar los caminos de los valles. Así que el caudillo agareno decidió marchar por la calzada de la Mesa, que le permitía controlar el territorio desde lo alto mientras avanzaba al interior de Asturias. 

Toda la maquinaria que había aplastado Gerona, Narbona y Tolosa cayó ahora sobre Oviedo. La ciudad no pudo resistir, Abdal – Malik destruyó la capital de Alfonso sin piedad, redujo a cenizas las casas, robó todo lo que pudo, apresó a cuantos paisanos dejó con vida. Y cumplida su misión, cargado con un rico botín, volvió por donde había venido. Y mientras el moro destruía Oviedo, ¿Qué hacia Alfonso?. Aguardar el momento oportuno, Alfonso sabía que no podía enfrentarse a campo abierto, no tenía otra opción que salirle al paso en algún punto del camino. Pero atención, eso ya lo había hecho  Bermudo con resultados catastróficos. No era tan sencillo como parecía. Había que escoger muy bien el lugar, después llegar sin ser visto y entonces, solo entonces atacar de tal manera que la capacidad de reacción del enemigo quede reducida al mínimo. 



Hay un punto en la vieja calzada de la Mesa, un pasillo entre los cerros  al lado del río Pigüeña, donde el caminante deja de controlar las alturas. Los diplomas antiguos lo llaman “Lutos” el nombre deriva de la gran cantidad de lodo que hay junto al río. Allí la vía se estrecha y el paisaje se puebla de amenazas entre abismos y ciénagas. Ese fue el lugar que escogió Alfonso. Fue precisamente ahí, el lugar más comprometido, delante y detrás caminos estrechos sin probabilidad de maniobra, aun lado el abismo y la ciénaga, al otro la cima inexpugnable. Una encerrona, el mismo ejercito que había arrasado Oviedo, se encontraba ahora atrapado en una ratonera. No hubo piedad para los que habían devastado el reino. En pocas horas el ejercito triunfal sarraceno quedó destrozado, el propio general moro, se dejo allí la vida.

Llama la atención la maniobra de Alfonso II en el paraje de Lutos, en su exactitud: Atacó en el lugar y en el momento preciso, sacando al máximo provecho de unas fuerzas numéricamente inferiores y anulando la superioridad de su enemigo, fue una jugada maestra, pero advirtiendo sobre la debilidad del reino de Asturias. A finales del siglo VIII, un ejército rival podía pasearse libremente por el territorio cristiano sin hallar resistencia. Pero, ¿por qué?.  Por dos razones: el reino carecía de un ejército que pudiera ser capaz de enfrentarse al enemigo en campo abierto; la otra porque tampoco disponía de una red de fortificaciones sobre sustentar la defensa fronteriza. Alfonso II que era muy inteligente tomo nota.



Alfonso II había ganado el primer asalto, pero Hisam no había dicho la última palabra, estaba dispuesto a lanzar nada menos que un jaque al rey y este rey era Alfonso.

Bibliografía.

Constantino Cabal, Eloy Benito Ruano, pr.:Alfonso II El Casto, fundador de Oviedo. Grupo Editorial Asturiano. 1991.

Félix de Aramburu y Zuloaga, José Posada Herrera, Ramón Menéndez Pidal:  Alfonso II, el Casto Ediciones Páramo, S.A. 1996

Códice testamento Alfonso II el Casto y estudio de la obra. Ediciones Madú