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lunes, 5 de abril de 2021

Alfonso II el Casto. Rey de Asturias 1ª parte

 



Asturias es todo cenizas. La primera ofensiva del emir de Córdoba, Hisam, hijo de Abderraman I ha sembrado de sangre y dolor el reino de Asturias. El rey Bermudo a renunciado a la corona. Y así llega al trono Alfonso, de la estirpe de Pelayo, que reinara más de 50 años como Alfonso II el Casto. Alfonso II abrió sus ojos en una tierra verde, Asturias, en el año 760, hijo de Fruela I y de la dama vascona Dª Munia López de Ayala. Su padre murió asesinado siendo Alfonso un niño.

De su mano comenzó el periodo de 8 siglos de lucha que conocemos como Reconquista.

Reconquista no solo del territorio, sino también del derecho a formar parte de Europa. Si su bisabuelo D. Pelayo, se alzó por vía de las armas contra los musulmanes en Covadonga, su abuelo Alfonso I el Cántabro , convirtió en estéril el Valle del Duero, dificultando así el avance de los sarracenos. Mientras hubo reyes que se doblegaron a pactar tributos a cambio de paz, otros como Alfonso II, iniciaron un combate de 800 años.


El moro va por lana y sale trasquilado

Cuando Alfonso II sube al trono, la situación del reino de Asturias es gravísima. Sus ejércitos han quedado deshechos tras la derrota de Bermudo en Babía. Su economía seriamente tocada, por la devastación de los campos en esa misma campaña, su sociedad aterrorizada y con horizontes cerrados. Supongo que las esperanzas de los asturianos se elevaría ante la llegada del nuevo rey con las cualidades de Alfonso: Joven – poco menos de 30 años – piadoso y del linaje de Pelayo. Si nos metemos en la cabeza del propio Alfonso, las circunstancias distaban de ser halagüeñas. La única ventaja que podía tener Alfonso era esta. Tan seria había sido la derrota del año 791 que los moros no estarían inquietos. Al contrario se sentirían confiados en su superioridad militar y táctica.

Hisam se propone desencadenar una vez más contra el Reino de Asturias: si los francos no han podido pararles, menos aún podrían las débiles huestes de los rebeldes del norte. Abdal-Malik tiene la orden de Hisam, no solo invadir, derrotar y saquear, sino que, además debe llegar a la misma capital del reino, Oviedo y devastarla a conciencia. La expedición fue un paseo triunfal, los moros habían aprendido a evitar los caminos de los valles. Así que el caudillo agareno decidió marchar por la calzada de la Mesa, que le permitía controlar el territorio desde lo alto mientras avanzaba al interior de Asturias. 

Toda la maquinaria que había aplastado Gerona, Narbona y Tolosa cayó ahora sobre Oviedo. La ciudad no pudo resistir, Abdal – Malik destruyó la capital de Alfonso sin piedad, redujo a cenizas las casas, robó todo lo que pudo, apresó a cuantos paisanos dejó con vida. Y cumplida su misión, cargado con un rico botín, volvió por donde había venido. Y mientras el moro destruía Oviedo, ¿Qué hacia Alfonso?. Aguardar el momento oportuno, Alfonso sabía que no podía enfrentarse a campo abierto, no tenía otra opción que salirle al paso en algún punto del camino. Pero atención, eso ya lo había hecho  Bermudo con resultados catastróficos. No era tan sencillo como parecía. Había que escoger muy bien el lugar, después llegar sin ser visto y entonces, solo entonces atacar de tal manera que la capacidad de reacción del enemigo quede reducida al mínimo. 



Hay un punto en la vieja calzada de la Mesa, un pasillo entre los cerros  al lado del río Pigüeña, donde el caminante deja de controlar las alturas. Los diplomas antiguos lo llaman “Lutos” el nombre deriva de la gran cantidad de lodo que hay junto al río. Allí la vía se estrecha y el paisaje se puebla de amenazas entre abismos y ciénagas. Ese fue el lugar que escogió Alfonso. Fue precisamente ahí, el lugar más comprometido, delante y detrás caminos estrechos sin probabilidad de maniobra, aun lado el abismo y la ciénaga, al otro la cima inexpugnable. Una encerrona, el mismo ejercito que había arrasado Oviedo, se encontraba ahora atrapado en una ratonera. No hubo piedad para los que habían devastado el reino. En pocas horas el ejercito triunfal sarraceno quedó destrozado, el propio general moro, se dejo allí la vida.

Llama la atención la maniobra de Alfonso II en el paraje de Lutos, en su exactitud: Atacó en el lugar y en el momento preciso, sacando al máximo provecho de unas fuerzas numéricamente inferiores y anulando la superioridad de su enemigo, fue una jugada maestra, pero advirtiendo sobre la debilidad del reino de Asturias. A finales del siglo VIII, un ejército rival podía pasearse libremente por el territorio cristiano sin hallar resistencia. Pero, ¿por qué?.  Por dos razones: el reino carecía de un ejército que pudiera ser capaz de enfrentarse al enemigo en campo abierto; la otra porque tampoco disponía de una red de fortificaciones sobre sustentar la defensa fronteriza. Alfonso II que era muy inteligente tomo nota.



Alfonso II había ganado el primer asalto, pero Hisam no había dicho la última palabra, estaba dispuesto a lanzar nada menos que un jaque al rey y este rey era Alfonso.

Bibliografía.

Constantino Cabal, Eloy Benito Ruano, pr.:Alfonso II El Casto, fundador de Oviedo. Grupo Editorial Asturiano. 1991.

Félix de Aramburu y Zuloaga, José Posada Herrera, Ramón Menéndez Pidal:  Alfonso II, el Casto Ediciones Páramo, S.A. 1996

Códice testamento Alfonso II el Casto y estudio de la obra. Ediciones Madú 



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